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Control

Durante bastante tiempo intenté controlarlo todo, controlar mis reacciones, mi ira, mis pensamientos nefastos, mi respiración, mis horarios. Controlar todo, para ser invisible y así controlar lo que el resto pensaba de mí, decía de mí.

Días y días de autocontrol pasaron a ser días y días de silencio, días en que no hablé palabra con nadie, controlando todo a mi alrededor.

Siempre pensé en el control como algo positivo, no beber, no fumar, no drogarme, para estar siempre bajo control, siempre primando la razón. Hubo días en que gente descontrolada me pareció una basura para la humanidad, un problema de salud mundial que era necesario controlar. Todo ser no racional, pasando a segunda categoría, a tercera quizás. No merecedores de nada, siendo más descontrolados que los animales a los que tenía (y tengo quizás) aún en mejor estima.


Siempre pensé además, analizando las personalidades de los artistas, que mi personalidad controlada y autocontrolada no podía estar en el mismo perfil que ellos. Dejé también de escribir, era algo que hacía sin control, cediéndolo a otro, un lector que poco sabía de mí pero que podía descubrir mucho acerca de todo. Dejé de dibujar las pequeñas criaturas en mis libretas de notas, dejé mucho por pintar y mucho material amontonado sobre un rincón de mi habitación. Dejé mucho, para controlar todo, lo concreto es mejor.

Siempre mis impulsos artísticos me parecieron algo que podía controlar, primero la música, ya casi olvidada con el tiempo. Luego las letras, luego el arte, luego todo. Sin embargo, siempre apareció alguien para jalarme del vacío, alguien felicitando mi modo de escribir en un ensayo científico, alguien recordando mis criaturas inventadas, alguien recomendándome cantar tras oír mis tarareos sin cesar.

En mi mundo del control, la música me pareció una disciplina controlada lo suficiente para probar. De ahí en más, vengo siendo controlada tres horas cada lunes hace más de dos años, recién me doy cuenta. Alza su mano el director y yo ya estoy alerta, no es control, es dirección, me dirán. Es verdad. Sin embargo, es el control lo que cedo, mi mente en blanco se pierde bajo el influjo de la música, mi voz, junto a otras, se eleva, proyectando los sonidos, callando ante una acción, prosiguiendo, creciendo, atenuando, ante otras. Mi ceño se endurece, la energía puede sentirse en todas las direcciones, los músculos apretados para no caer ante ella, la respiración controlada entre todos. Control, en su máxima expresión.



One Response so far.

  1. Anónimo says:

    sonará cliché, pero como dicen:"los extremos nunca son buenos"...y en este caso puede que tengan razón dichas palabras, pero la humanidad es gris, no deberías simplemente dejarte llevar por las circunstancias externas siempre, terminarías perdiendo tu propia identidad, pero tampoco deberías reprimir sistemáticamente partes de ti mism@ en base a creencias personales...de poder puedes, pero también terminas matando una parte de lo que eres. pero también, como dices al final, a veces hay control en el descontrol o en una supuesta libertad, como también podrías desarrollar una tarea rutinaria bajo la supervición de un "superior" en forma tal, y con la actitud tal, que te sientas libre.
    además, deben haber muchos escritores y artistas con una forma más sistemática de enfrentar su oficio.
    creo que la cuestión es saber en que situaciones realmente dejarse llevar y reconocer además aquellas donde el control, tanto propio como externo, más que ayudarnos o guiarnos, como en el caso de un coro o una orquesta, nos limita y reprime.
    en fin, un comentario challa, pero que bueno que sigas escribiendo aquí, es agradable no revisar tu blog en un tiempo y encontrar luego una entrada nueva al regresar :)
    shao

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